martes, 4 de diciembre de 2018

NAVIDAD

Cuando me desperté, ya era la mañana del 25 de diciembre. El mejor día del año (después de mi cumple, claro).
Como cada año, no se esperaba la nieve. pero cuanndo miré por la ventana, se podían ver como estrellitas que caían de las níveas nubes.
A lo lejos, se veía a los niños del pueblo tirando bolas de nieve, haciendo muñecos de nieve y deslizándose sobre la lisa madera.
Despertándome de mi sueño de niña, decidí bajar al piso de abajo para ir a la cocina y hacerme lo que más me gusta en Navidad: un verdadero chocolate caliente con la receta de mi querida abuelita.
Me la había dado antes de ir de vuelta a España. Era muy simple. Solo había que derretir verdadero chocolate suizo en leche y ponerle lo que más nos gusta.
Una vez el chocolate en mano, me dirigí hacia el gran salón donde me senté enfrente del gran árbol.
En mi infancia, me encantaba sentarme cerca de los regalos esperando que la familia se despertara y, cuando todo el mundo estaba ya, abríamos los regalos con mucha felicidad.
pero ese día, un regalo bajo el árbol atrajo mi atención.
Dejé mi taza de lado y cogí delicadamente el paquete que tenía una etiqueta en la cual estaba escrito: "Para que nunca te olvides de mí y me cuentes todo lo que te ocurra desde que me fui hasta la próxima vez. Abuela".
No resistí más y arranqué la hoja de color que escondía el regalo. Era el viejo aparato de fotos de mi abuela.
M.